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Relaciones comerciales África - China

Los relojes colgados en la recepción del hotel Tanxiu de Cantón, en el sur de China, marcan la hora en estas tres ciudades. Son las que rigen la rutina de la mayoría de los clientes de este moderno hotel de seis pisos, principal punto de encuentro de comerciantes chinos y africanos en Cantón.

Cada año llegan a Cantón miles de comerciantes africanos para comprar productos baratos fabricados en el Delta del Río de la Perla. Hasta ahora, países como Nigeria, Maliy Senegal utilizaban las divisas que obtienen de la venta de recursos energéticos al gigante asiático para importar productos chinos. Pero la crisis también perjudica a los comerciantes africanos, que han visto caer su capacidad adquisitiva con la devaluación del dólar y del euro frente al yuan. Un mal de que todos estamos siendo afectados.

"El número de huéspedes africanos ha caído en picado", explica la joven recepcionista del Tanxiu. Son las once de la mañana y un grupo de mujeres nigerianas ataviadas con joyas doradas pide la factura de la habitación. La noche cuesta 200 yuanes, o 22 euros. "Quedan muchas habitaciones libres", se queja la recepcionista.

El motivo es que "comprar en China sale ahora mucho más caro", dice Cristian, un comerciante de Costa de Marfil, de 31 años. Lleva dos años viajando a Cantón donde "compro de todo un poco" pero está preocupado por la devaluación del dólar. Hoy quiere comprar ropa y complementos de teléfono móvil, para revender en su país. China y Costa de Marfil mantienen una estrecha cooperación, con un comercio que supera los 300 millones de dólares.

Tras comprar una lata de café en el 7-eleven , Cristian va al hotel Tanxiu para su jornada de trabajo. Será tranquila: las tres primeras plantas del hotel, llenas de tiendas de ropa, zapatos y electrónica, están estos días desérticos.

Vuelos directos a África

"De momento, el negocio me va bien", dice Monique, una mujer nigeriana, frente a un puesto de teléfonos móviles del Tanxiu. Luce un peinado de peluquería y sus dedos delgados, llenos de sortijas doradas, sujetan un teléfono iPhone de imitación. Muchos outlets de Cantón ofrecen productos con taras o defectos de calidad a bajo precio. Cuando son ropa y productos electrónicos, a muchos comerciantes les sale a cuenta llevárselos en maletas y paquetes en el avión. En el aeropuerto Baiyun de Cantón es habitual ver largas colas de africanos cargados con bultos,esperando a facturar rumbo a Nairobi o Addis Abeba. Hay diez vuelos directos semanales entre Cantón y África, cuatro a Nairobi, sin contar las conexiones vía Dubai o Emiratos. El vuelo directo dura 13 horas, lo mismo que a España y menos que a EEUU.

La mayoría vienen de países que proveen de recursos energéticos al gigante asiático, como Nigeria, Mali o República de Congo, y se concentran en el barrio de Hong-qiao, que los taxistas cantoneses conocen con el apodo de ciudad chocolate.

Al salir del 7-eleven, Cristian se despide en mandarín de la dependienta. Aunque no tiene el permiso de residencia en Cantón, Cristian pasa temporadas largas aquí, y dice que no le parece difícil integrarse. Cantón es una ciudad moderna y desarrollada. Cuando viene, se instala en el apartamento que tiene alquilado con otros africanos en Hongqiao.

Según el diario cantonés Nangfang Zhoumo, el número de visitantes africanos a Cantón crece entre un 30% y un 40% anual desde 2003. En Cantón residen hoy 20.000 africanos con visado permanente. Pero son más de 100.000 sumando los residentes temporales e ilegales.

Aunque muchos chinos asocian a los africanos con el tráfico de drogas y la inseguridad, en Cantón unos y otros conviven en paz. "Los carniceros del barrio han hecho negocio", dice Wu, el dueño de una lechería de soja. En Cantón los africanos mantienen sus costumbres religiosas, culturales y gastronómicas. "Les encanta la carne a la barbacoa y las bananas", explica Wu, sonriente. Es más problemático su papel en ciudades como Beijing o Shangai donde son las figuras visuales del tráfico de drogas.

En cambio, los africanos pasan cada día por delante de su tienda sin mirar los tarros de leche de soja ni las lonchas blancas de tofu fresco. Prefieren los pinchos de cordero de la tienda vecina, propiedad de un chino de la minoría musulmana Hui. Pero todos son conscientes de que hacer negocio es prioritario, cuando la crisis mundial ha provocado el cierre de miles de fábricas para la exportación en los alrededores de Cantón.

"No queda más remedio que importar de China", explica John Muamba, un comerciante de judías de Kinshasa, capital del antiguo Congo belga. "En mi país, la tierra es fértil, pero la agricultura no está modernizada", dice Muamba. La falta de desarrollo obliga a muchos países africanos a importar manufacturas y alimentos de China, a cambio de sus recursos energéticos, como gas y petróleo.

Muamba viaja cada dos meses a Cantón para comprar judías baratas a un proveedor chino, que habla algo de francés. Una tonelada de judías le cuesta entre 500 y 600 dólares, según la calidad, que luego vende en Kinshasa por 900 dólares. Pero a esto hay que añadirle los costes de aduanas y transportes, el riesgo de sufrir retrasos en el envío y que las judías lleguen al puerto africano en mal estado, o que el dólar se devalúe. "No ganamos mucho, ya ves", admite.

En los centros comerciales de Hongqiao, hoy semivacíos, las vendedoras chinas, con caras aburridas, esperan a que algún cliente compre pelucas o extensiones de pelo postizo a la moda africana. En un puesto de ropa de algodón venden camisetas estampadas con el rostro del nuevo presidente de EEUU, Barack Obama, de origen keniano. "La hora punta es a partir del mediodía", dice un vendedor de ordenadores portátiles y complementos electrónicos. Pasada la una de la tarde, su tienda sigue vacía. El dependiente de una agencia de logística especializada en envíos a Angola y Congo chatea con el ordenador tras el mostrador, esperando un nuevo encargo que nunca llega.

"Estoy muy preocupada por esta crisis", reconoce Hadjia Zoulaha, una comerciante senegalesa, después de regatear con una dependienta china el precio de varias decenas de sandalias. Son para regalar. En realidad, Zoulaha y su amiga Hadjia Alimatou vienen a China para comprar aparatos de aire acondicionado y muebles baratos, pero con la caída del euro frente al yuan no saben si podrán continuar con el negocio. "Viajar a China para comprar barato empieza a no ser rentable", dice Zoulaha.

Pero no contempla la posibilidad de buscar proveedores en otros países porque "sólo en China tenemos contactos". Muchos comerciantes africanos en Cantón son mujeres. "Los maridos se quedan en casa, al cuidado de los niños", se justifica Zoulaha. Pocos senegaleses se hacían a la idea de lo que es China, hasta que ambos países establecieron relaciones comerciales en 2005 y Senegal empezó a inundarse de productos baratos fabricados en China. "Sólo somos conscientes de que China está invadiendo África", opina Zoulaha. "Pero no pasa nada".

Fuente:

http://www.publico.es/internacional/181270/ciudad/chocolate/canton/adaptarse/crisis

1 comentario

dolores -

es normal que compre alli si esta mas economico pero lo que tenian que hacer es renovar toda su agricultura y abastecerse ellos mismos de las cosas que pueden producir ylas ptras tegnologicas hasta que no tengan enpresas rentables comprar fuera