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Miedo a las protestas en China.

 

En las últimas semanas se ha hundido uno más de los mitos de la crisis en curso: el de que China permanecía indemne ante los efectos de aquélla. Era de cajón que los hechos tenían que desmentir, antes o después, semejante superstición en un escenario marcado por las poderosas inversiones de Pekín en EEUU, el paralelo ascendiente de los recursos foráneos volcados en la economía china y la inevitabilidad de una reducción general de la demanda en todo el planeta.

Si de un tiempo a esta parte nos hemos acostumbrado a afirmar que asistimos a un notable acortamiento del tiempo que parecía corresponder a la hegemonía norteamericana, ahora nos vemos en la obligación de emplear un mismo corte de análisis en relación con China. Tenemos que hacerlo, por añadidura, precisamente en el momento en que tantos expertos reservaban a Pekín un papel cada vez más prominente como sustituto de unos alicaídos EEUU.

Y es que los indicadores de crisis han empezado a dispararse con fuerza en China. El primero nos habla de una notable reducción del crecimiento que, aun con ello, sigue presentando niveles muy por encima de los registrados en el mundo occidental; no parece que los dirigentes chinos hayan tomado nota de las muchas miserias que han marcado, en materia medioambiental y de recursos, el desarrollo insostenible de EEUU y la Europa comunitaria. Un segundo indicador sugiere que las tensiones internas que China ha ido mal controlando bien pueden liberarse antes de lo esperado.

Hablamos, claro, de las que oponen a la ciudad y al campo, a la costa y al interior o, en suma, a un sector estatal comúnmente decrépito con una industria inmersa en plenitud en la vorágine de la globalización. Agreguemos que el sistema político, por muchas operaciones de cosmética que haya asumido, no se antoja singularmente preparado para encarar retos como los que, sin duda, se avecinan.

Contestación incipiente

Aun con todo, hay un factor más que en estos días empieza a asomar la cabeza y que dibuja una estricta novedad: la llamativa aparición de una incipiente contestación social que puede romper muchos moldes. Este es el mayor miedo del gobierno comunista.

2 comentarios

dolores -

es normal que la jente pierda el miedo no se puede vivir siempre en opresion sobre yodo ahora con las nuevas tegnologias que habren los ojos a muchisimos jovenes ,
pero los politicos tienen que ver en lo errores de los demas paises como ellos no tienen que hacer lo mismo ,
no pueden dejar que los pueblos se marchen los jovenes lo que tienen que hacer es darles las mismas comodidades y las mismas oportunidades sin salir de su regiones por que la masificacion nunca es buena y a la larga siempre trae problemas

Ague -

Creo que el mundo en general espera mucho de China. ¿China sacará al planeta de esta crisis? Puede que sí, pero antes tendrá que solucionar sus problemas internos.
De momento ni siquiera este país ha escapado de las garras de la crisis.
Y por lo que dice la prensa internacional las manifestaciones son frecuentes. Parece que la sociedad china está perdiendo el miedo a manifestarse !!.