El papel internacional de China
CHINA, dice Hu Jintao, quiere ser un poder estabilizador. En esa aspiración hay alguna opacidad, pero el planteamiento central es certero: China busca ante todo la estabilidad. Los chinos obtendrán ventajas, es seguro, del hundimiento de Wall Street. Pero estas ventajas no pueden venir de forma gratuita, traerán repercusiones negativas para la propia economía. Les interesa explotar la codicia económica que ha destrozado las instituciones financieras. Sin estabilidad nada es posible, dice astutamente Hu Jintao, intentando recoger el discurso de una tradición confuciana que ha regido el gobierno del imperio del centro. El presidente chino tiene, según los buenos sinólogos, algunas fijaciones, Taiwán, Birmania, Darfur. Son plataformas giratorias, y en ellas hay una razón, no explicitada, de recordar a Estados Unidos el puesto de China como potencia mundial.
En Corea del Norte, China ha tomado el primer papel negociador, para mostrar cómo sabe hacer las cosas. Ahora aparece Venezuela con un ambicioso proyecto. Vender a China, en 2012, más del triple del petróleo venezolano que importa hoy (de 300.000 barriles/día a un millón, gracias entre otras cosas a la ampliación del canal de Panamá, vía estratégica). Tiene poco sentido rasgarse las vestiduras ante el presidente venezolano: Hugo Chávez vuelve de Pekín con un acuerdo por el que la República Popular venderá aviones de formación K-8 a las fuerzas armadas venezolanas, hasta ahora dependientes de la tecnología y los repuestos de EE.UU. Esto puede alegrar a unos e indignar a otros, pero los hechos están ahí.
Después de los Juegos Olímpicos, China reclama su puesto en el mundo. China observa a la UE y se pregunta por qué no cuenta ya con un sistema de seguridad colectivo que le permita ser independiente internacionalmente. Sin seguridad y defensa, las instituciones flotan en el vacío. Fraguan precisamente por la defensa común. La investigación europea es admirada por los chinos, sea el reactor termonuclear ITER o el acelerador de partículas LHC, inaugurado en la frontera franco-suiza. Pero los chinos saben que Europa necesita esa defensa común. El 22 por ciento de las exportaciones chinas va a la UE, el 18 por ciento, a EE.UU. Un país de la dimensión de Noruega, 6 millones de habitantes, dice a China: si quieren ser reconocidos, déjennos ver cómo funcionan ustedes por dentro. Entra entonces en juego la no-interferencia. Es un diálogo imposible que, sin embargo, hay que continuar. Los chinos saben que una de las fuerzas de Europa está en el lema de la BBC: nunca dejaremos de preguntar.
China no quiere verse obligada a obedecer. Quiere recuperar el estatuto que tuvo durante cientos de años, poder estabilizador. La posible victoria de Barack Obama pondrá la relación Estados Unidos-China-Europa sobre la mesa. Estados Unidos tendrá, todavía por largos años, el primer poder militar del mundo. Pero Irak nos recuerda las dudas sobre el poder militar. ¿Cuál es la utilidad de un poder militar superior sin un respaldo social? Si la economía no acompaña esta superioridad, ¿Realmente EEUU podrá seguir considerándose la única superpotencia mundial?
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dolores -